El 25% de los reclusos sufre alguna patología psíquica
Joaquín Díaz Atienza, LT
Me parece una buena noticia que la Pastoral Penitenciaria de la CEE demande cambios legislativos que faciliten el camino que nos lleve a una necesaria y justa asistencia de LOS ENFERMOS MENTALES que están en prisiones. Y en este orden, enfermos y presos, ya que primero deberíamos considerar su condición de enfermos, cuyas capacidades de discernimiento sobre lo correcto o incorrecto y la capacidad de autocontrol de su conducta están ausentes o reducidas en las fases agudas de su enfermedad.
Durante mi experiencia profesional, siempre me he rebelado contra la aplicación de la justicia casi en los mismos términos en los enfermos mentales que en la población sana. Pero aún más cuando las condenas se cumplen en cárceles que carecen de las condiciones asistenciales, de los espacios terapéuticos y de los profesionales especializados necesarios para poder equiparar los tratamientos a aquellos que reciben los enfermos mentales en el ámbito comunitario. De aquí que el enfermo mental preso sufra una doble discriminación: por un lado, lo poco que se tiene en cuenta, el escaso peso legal, del “hecho atenuante de la enajenación mental” en la instrucción y aplicación de la justicia; y de otro, la inadaptación de los servicios sanitarios carcelarios a las necesidades específicas de tratamiento del enfermo mental preso.
Estos aspectos son los que se han querido destacar y reivindicar en el VII Encuentro Nacional sobre Enfermos Mentales-Prisión realizado en Valencia. Como nos dice monseñor Vicente Jiménez, obispo de Santander, “se necesita de una atención preventiva a los enfermos mentales más desfavorecidos y con patologías de mayor gravedad, especialmente en los casos de previsible final con imputación judicial”, pero también, …”Se debe hacer un acompañamiento a los presos y, para los casos necesarios, la creación de recursos de acogida para cuando salgan en libertad”-
Se sorprende Juan Cotino, vicepresidente tercero de la Generalitat, de que esta labor encomiable y necesaria sea realizada por personas anónimas. Y así debe ser. Jesús nos lo pide. Nos demanda actuar en su nombre, hacerlo presente entre los más humildes y necesitados, entre los parias de nuestro entorno. Debemos actuar así porque es Jesús el que actúa, nosotros ya no nos pertenecemos. Sólo así se entiende el anonimato de los que participan en la Pastoral Penitenciaria, auténticos samaritanos de nuestro tiempo en su seguimiento a Jesús.
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