Joaquín Díaz Atienza, LT
Hace dos años visité el comedor social de los trinitarios en Córdoba. Conjuntamente con la apreciación de la excelente labor que realizan los/as voluntarioso/as con los más necesitados, con aquellos que nada tienen en nuestra sociedad, lo que más me llamó la atención fue la gran humanidad y cariño con el que los/as voluntarias atendían a los que se acercaban al comedor. Esta encomiable labor, tan impregnada de humanidad y caridad evangélica, sólo es posible desde una profunda vocación trinitaria y, por tanto, de entrega al prójimo.
Me alegra conocer por lo medios de comunicación que el Ayuntamiento de Córdoba ha querido reconocer esta labor social y humanitaria concediéndole la medalla de la ciudad. Me alegra por dos motivos: porque el voluntariado, aunque lo hace desde el anonimato, se sentirán felices por este reconocimiento a su labor, pero también porque esta noticia, que ha tenido repercusión mediática local, contribuirá a que los cordobeses tomen conciencia de las penurias que bastantes personas están padeciendo, lo que hará que tengamos una mayor sensibilidad hacia el prójimo.
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