Me vi obligado a elegir entre odiar o amar, opté por el amor
AIN. Rostovo era la típica aldea de Bosnia central en la que campesinos musulmanes, católicos y ortodoxos convivieron sin problemas durante años. Los largos y fríos inviernos de la región dejaban paso a cálidos veranos mientras los niños de las tres culturas crecían en paz. Hasta que, ya empezada la guerra de los Balcanes(1992 -1995), comenzaron las represalias y las amenazas. Los primeros en ser expulsados fueron los ortodoxos. Luego les tocó huir a los católicos.Fray Hervoje Vranjes tenía apenas cinco años cuando comenzó el conflicto, y con casi siete se convirtió en un desplazado de guerra, en un niño que se vio obligado a guardar los juguetes y memorias de su infancia en la maleta del huido, del refugiado
–Fray Hervoje, nos decía que en su pueblo, ahora mismo, no hay más de cinco o seis católicos.–
Bueno, puede que ahora haya un poco más, pero no creo que más de 10 ó 20. Yo no he vuelto allí desde hace años, pues mi casa fue destruida y aún está en ruinas. Era un pueblo en el que convivían musulmanes bosnios, ortodoxos serbios y croatas católicos. Pero en 1993, cuando empezó la guerra, los primeros en irse fueron los serbios, sin problemas, sin peleas, pero después, las familias católicas nos vimos obligados a irnos, porque la presión era muy fuerte
.-¿Piensa que el hecho de que haya tantas vocaciones de gente joven como usted, puede ser el fruto del sufrimiento y del dolor con el que han crecido?–
Es posible. Los jóvenes de de ByH (Bosnia y Herzegovina) hemos crecido en una situación muy difícil. La posguerra fue incluso peor que la guerra, porque existen problemas psicológicos y heridas del corazón. Además, no hay futuro para los jóvenes. Hemos crecido en medio de un país en ruinas, con familias desplazadas, las casas destrozadas y abandonadas. Ese ha sido nuestro entorno, pero, ¿sabe una cosa? El sufrimiento hace que el hombre crezca en el amor. Lo sé porque mi familia perdió todo y escapamos a Croacia, pero nos sentimos como una familia que no necesitaba algo material para estar feliz y contenta, porque creemos en Dios, en su amor y su bondad, no sólo como algo sabido, teórico, sino que esa verdad ha sido en familia una vivencia, un sentimiento profundo.
-Entonces, ¿tiene sentido tanto sufrimiento?–
No se puede decir que haya sentido este sufrimiento, pero por qué ha ocurrido todo esto, llevó decir con confianza y esperanza de vida es ésta: ser franciscano. Yo soy consciente de que los jóvenes de la Unión Europea son diferentes, pero puede que ahora en B y H se cambie estación.
-El dolor de su experiencia, o el dolor en otro ámbito que no sea el de la guerra, ¿te acerca a Cristo, o Cristo queda sencillamente como a lo único que te puedes agarrar?–
Cuando sufres, ocurren las dos cosas. Cuando sufres no ves sentido, tienes que encontrarlo, y te ves obligado a elegir entre darte al odio o al amor. Yo decidí entregarme al amor. Lo único que tiene para mí sentido es el amor. Yo no he pensado siempre en amar a los musulmanes, ni en perdonarlos. Pero hace tres o cuatro años que siento diferente, que Cristo está realmente vivo después de entregarse a la cruz por todos, por ellos también. Ahora, lo que sí que tiene sentido es perdonar. Si no perdonó, no pudo vivir. Esto fue Cristo, amor y perdón desde el dolor injusto de la Cruz.
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