Niños de 11 años decapitados por los grupos yihadistas de Cabo Delgado, ante la pasividad de organismos internacionales
África se encuentra sobre un polvorín. A pesar de que gran parte de sus recursos naturales fueron esquilmados por las potencias colonizadoras, siguen apareciendo nuevos yacimientos de petróleo y gas que atraen a grupos terroristas de filiación islamista con el objetivo de apropiarse de su explotación.
Son gobiernos presidencialistas afectados por la corrupción e incapaces de hacer frente a los ataques del terrorismo islámico financiado por países de Golfo Pérsico que intenta el control político y religioso de la zona.
Uno de los ejemplos lo tenemos en el norte de Mozambique (Cabo Delgado), una zona históricamente abandonada por el actual gobierno y en donde las tropas regulares son incapaces de imponer orden, máxime teniendo en cuenta que parte de la población, especialmente una juventud en paro y en la más absoluta miseria, se adhieren a los grupos terroristas.
Las acciones terroristas implican también una “limpieza religiosa”, siendo los cristianos las mayores víctimas, aunque sin olvidar a la población civil que no se posicione a favor de la violencia yihadista, dando lugar a desplazamientos internos de la población.
Filiación del terrorismo de Cabo Delgado
Inicialmente, los grupos terroristas, procedían de países vecinos y no constaba que estuvieran vinculados a organizaciones internacionales. En la actualidad se presentan como grupos afiliados a ISIS, lo que supone una avance en la gravedad y envergadura de sus acciones (Fides, 27/3/2021). De hecho, debido a sus acciones permanentes, en una semana se ha pasado de 30.000 desplazados a 35.000. Desde el inicio del conflicto se han producido más de 600.000 desplazados.
Según la OIM (Organización Internacional para los Migrantes), el gobierno de Mozambique es incapaz de controlar la situación y las personas huyen por tierra y por mar en embarcaciones improvisadas.
Durante la noche se oyen disparos, se incendian casas que tiene a la población asustada, un auténtico calvario psicológico, ya que desconocen si los atentados son realizados por los terroristas o por los militares.
El Comité Permanente de la Reunión Interregional de los Obispos de África Austral (IMBISA), pide al gobierno que, ante su incapacidad para solucionar el conflicto en Cabo Delgado, pida ayuda internacional, ya que las víctimas civiles del conflicto cada vez son más numerosas. Igualmente, la pérdida de los medios de subsistencia están produciendo hambre y aún mayor pobreza en inseguridad.

En el mapa que ajuntamos a esta entrada, puede observarse como el conflicto crece por momentos, con la gravedad de las consecuencias humanitarias y sin que se otee una solución a medio plazo.
Niños, mujeres y ancianos, por su situación especial, son las grandes víctimas de esta guerra interesada, en la que se funden los intereses económicos y religiosos. África está en peligro. La población civil desplazada y, por tanto, desarraigada y dependiente de las ayudas internacionales, pocas y con retraso; en un caos humanitario en tiempos de la tan cacareada Agenda 2030, palabras banas cuando confrontamos sus objetivos con la realidad. Los cristianos serán los primeros en sufrir las consecuencias de esta vorágine de odio, fundamentalismo religioso e intereses económicos geoestratégicos.
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